sábado, 29 de julio de 2017

Entrevista en Aragón en Abierto

El otro día me hicieron una entrevista en Aragón en Abierto a razón de mi gran pasión, la fotografía antigua. Aquí os la dejo esperando que la disfrutéis.






miércoles, 14 de abril de 2010

Viajando por el tiempo

Años 20, calle Casta Álvarez nº 31. Almacén proveedor del Mercado Central, propiedad de Don Pascual Castejón. En el año 1944 aparecía registrado como almacén de aceitunas, no obstante su actividad abarcó otros muchos productos.


Antonio Margalé y su hijo Rafael, realizaron en 1965 este maravilloso plano de la ciudad de Zaragoza.
En primer término el paseo de Echegaray y Caballero y al fondo el Mercado Central. Todavía no estaba construido el hotel que hace esquina, frente a La Zuda.
La calle Imperial, en honor al emperador Carlos V, se llamó así desde el siglo XV hasta 1858, cuando se cambió por la de Antonio Pérez. Fue en 1940 cuando volvió a denominarse otra vez Imperial.

Plaza del mercado (actual de Lanuza) era bastante más estrecha y ofrecía el tipismo de un conglomerado de puestos al aire libre con su correspondiente toldilla, colocados sobre losas, cedidas la mayoría en propiedad por el Ayuntamiento y que luego hubo que expropiar.

Esta era la barriada de la antigua plaza del Mercado a finales del siglo XIX, pintoresca, alegre y populosa y de un vivir con costumbres sencillas. Una barriada que tenía niños, como no, que compraban chucherias en las eternas cestas de las viejecillas, que tenían su sitio fijo en aquella ya más que olvidada "Plaza del Mercado", actual ubicación del Mercado Central.


Año 1985. El mercadillo dominical de Zaragoza se ubicaba hasta mediados de los ochenta en la Plaza Juan de Lanuza, cerca del Mercado Central. Posteriormente fue trasladado a la explanada de aparcamientos del campo de fútbol, luego en el entorno de la plaza de toros, más tarde al Príncipe Felipe y finalmente a los aparcamientos cercanos a la Expo y estación de tren.


El famoso y popular Mercado Central, fue inaugurado el 24 de junio de 1903.

Félix Navarro Pérez, nacido en Tarazona en 1849, fue el arquitecto que proyectó el Mercado Central, en la Plaza de Lanuza.

En 1936, la sociedad Española de Precios Unidos, más conocida por las siglas SEPU, inauguraba en Zaragoza su edificio comercial de la plaza de Lanuza y, en el, se instala la primera escalera mecánica del País, todo un acontecimiento para los zaragozanos.


(documento cedido por el Archivo Municipal)


(gentileza de José Ángel Maestro)
Año 1976. En los aledaños del Mercado Central, se encontraba la tienda de Francisco Vera, se vendía casi de todo: cestas de mimbre, herramientas de toda condición, aperos para el campo etc.


Aquella Zaragoza la ambientaba barberos de bata azul con recortes de periódicos, como el de la calle de Casta Alvarez, su dueño cobraba por el afeitado diez céntimos, y tenía el placer de obsequiar a sus clientes asiduos con una copa de anís. Tanta amabilidad no duró muchos años. Al fín ocurrió lo que era natural que sucediese: su desaparición.

Calle de Antonio Pérez nº 2, antes de la Triperia y después con anticipación que parecía un poco grotesca, Imperial.
En la calle de Antonio Pérez, que era estrecha para el tráfico que soportaba y que complicaba el tranvía de Circunvalación, más tarde Magdalena-Mercado, se concentraban artesanos de esta clase, posadas, tiendas de comidas, y había también un almacén de azulejos y cerámicas, un viejo cuchillero, un almacén de aceites y, a la entrada, el café Colón.

Hasta hace unos años aun quedaban, como unas supervivientes increibles, pero ya muy desnaturalizadas, otras tiendas por los porches del Mercado, que surtían a oficios y gremios ya desaparecidos o muy cerca de su extinción.
Las auténticas, las dedicadas plenamente a los aparejos, a las albardas, a las trallas de recio cuero trenzadas, a los collerones, garruchas, en fin, a todos esos utensillos que la utilización de las bestias de carga, que tan importante papel desempeñaban en el transporte y en la agricultura, desaparecieron con la llegada del motor.


La entrañable tienda de "El pequeño Catalán" todo un símbolo para los vecinos del entorno de la plaza de Lanuza.
Las calles sin semáforos...aun. La gente invadiendo la calzada, confundidos los transeúntes con los vehículos de aquellos días. Entonces la calle era de todos, porque esos todos eran los vecinos, que iban a pie y sólo eran ellos los que daban animación a la calle.

Todo se fue transformando poco a poco, incluso aquel primer tranvia de mulas de la linea de "circunvalación" que conocieron nuestros abuelos. Entraba por la calle de Cerdán e iba a salir a la ribera, por la calle de Antonio Pérez y puerta de la Tripería.

Pasados los años y una vez llegado el "progreso" , esos dueños de la calle, es decir nosotros, nos hemos quedado sin aceras, ocupadas por los coches aparcados y hemos llegado a no poder cruzar aquellas calles sin arriesgar nuestra vida.




En esta vieja estampa de hace ya 100 años, aparece la calle de Predicadores (antes de la Democracia) y un Palacio, de los duques de Villahermosa, que ya sirvió como tribunal de la Inquisición, antes de funcionar como prisión provincial.
Muy diferente a lo que conocemos en nuestros días, aquella población estaba compuesta principalmente de artesanos y labradores, de costumbres sencillas y de un vivir placentero.

Primavera de 1958. El tranvía de la linea nº 7 en la calle Predicadores. Por aquellos años el ayuntamiento de Zaragoza estaba localizado en esta misma calle, bueno, en la Plaza de Santo Domingo, y era el inicio de esta linea tranviaria que finalizaba en el Portillo.


A muchos vecinos de la calle de Predicadores les resultarán muy familiares y entrañables alguno de estos establecimientos: Bazar Iruña, la panaderia de Felipe Jiménez en el nº12, carbones Aragón en el nº 13, la farmacia Areste en el nº 15 y Villaumbrosia en el nº 67, la fábrica de gaseosas de Joauín Cornago en el nº 32, el bar Nuri, aquellas oficinas del ayuntamiento en el º 56 (cercanas al Ayuntamiento de la plaza Santo Domingo), maderas Lasuén, carbones Anadón, pensión Benedí, Casa Amparo, agencia de transportes Continental en el nº 56, la fábrica de cajas de cartón que estaba en el nº 84, asimismo las fábricas de calzado en los nº 76 y 101 ...y un largo etc..

Tristes navidades de 1966, las calles de Cerdán (antes calle de la Albardería) y de Escuelas Pías (antes de la Cedacería) ya estaban sentenciadas por un inminente derribo. Estas dos calles que forman parte de la memoria colectiva de muchos zaragozanos, eran muy populares y comerciales, y en su corto trazado, del Coso a la plaza de Lanuza, registraban gran movimiento de personas durante todo el día.

Vía Imperial, era el nombre que debería de haber llevado la enorme avenida proyectada, en lugar de la actual denominación de Avenida de Cesar Augusto. Desaparecieron las dos calles pero el Mercado Central no se tocó. Desgraciadamente "una vez más" la piqueta hizo de las suyas, y para nada.

Años 60. La calle Conde de Aranda a la izquierda, que ha terminado convirtiéndose en una de las arterias zaragozanas menos afortunadas, tenía a su derecha dos entrañables calles con pedigrí: Escuelas Pías y Cerdán.
La actual, flamante e inacabada Avenida de Cesar Augusto, no está hecha de cemento y brea sino de sensaciones, de añoranza y de recuerdos de todas aquellas familias y comerciantes que dejaron una parte de sus vidas en los escombros.

Año 1952. El tranvía, línea nº 7 Ayuntamiento-Portillo, circulando por la desaparecida calle Cerdán.
Se puede observar el cartel anunciador de la popular casa Lobez (ultramarinos) con sus deliciosos quesos e insuperables mantecas.
¡Y se iniciaron los derribos! desparecieron los olores de aquellas entrañables panaderias e incluso de las legendarias fábricas de barquillos de la calle Boggiero, ¡que cosas!

No obstante la memoria colectiva mantine vivo el recuerdo de algunos lugares emblemáticos de la calle Cerdán como: la tienda de Emilio Jiménez en el nº 1 y que vendía papel de cristal, cueros etc, los almacenes Forcén en el nº 2, la viuda de Abós tenía también a comienzo de los años 40 un depósito de carburo y ferretería, en los nº 11, 13 y 15, Camisería Mazón se situaba en el nº 34, el almacén de alpargatas de la viuda de Ferrer que estaba en el nº 39 ó la tienda de Angel Callizo situada en el nº 30, almacén de fruta y verdura de Vicente Pellicer en el nº 34, La Confianza en el nº 42 de dicha calle con sus tres plantas a plena dedicación, la peluquería de Simón Martínez al lado de La Confianza, y quien no recuerda las estupendas suelas ó brevas en Casa Seral. Tampoco faltaban las farmacias de Jordán o la de Enrique Auba, ó la fábrica de corses de Aurora Vigato en el nº 34....etc.

Sobre 1970. La desaparecida calle de Escuelas Pías, portada del barrio de San Pablo, hoy convertida en Avenida de Cesar Augusto.
La imagen está llena de sensaciones inigualables, para los que tuvimos la suerte de callejear "tranquilamente" por aquel lugar lleno de vida y de buena gente, sirva este breve recorrido por sus aceras: en primer lugar estaba la iglesia de las Escuelas Pías, Confitería La Palma, deportes Muñoz, las panaderías de Ramos y la de Mariano Napal en el nº 25, peluquería Valero ó la de Juan Latorre al comienzo de la calle, farmacia Pelayo, calzados el siglo XX, perfumeria Pomar, cuchilleria Roche, ultramarinos La Jalonesa y la de Cuartero, pensión Palafox, el hotel Bilbaino, la armería Liso, perfumería Ruymar, almacenes Rodrigo, banco Central, la fábrica de toquillas de Rudesindo Larraz en el nº 37 o la mercería que también tuvo en el nº 19, justo al lado de la librería de Santiago Sánchez, Emilio Fernández guitarras y bandurrias en nº 44 ... y muchísimos más lugares que conformaron el vivir, el día a día de muchas familias de este entorno zaragozano.


(gentileza del Heraldo de Aragón)

Calle Escuelas Pías nº 63, en este lugar estuvo durante muchos años, la fábrica y tienda de boinas sombreros y gorras de Don Ramón Tello.
A nadie se le escapa que esta prenda de vestir estaba muy arraigada décadas atrás, la competencia era pues evidente.
En la calle Escuelas Pías, existían al menos tres tiendas dedicadas a la venta de sombreros: la de Santiago Marín en el nº 27, la de Juan Salvador en el nº 38, la señalada anteriormente de Don Ramón y alguna más que me dejaré, seguro. No se quedaban atrás las calles Cerdán, Las Armas o Torrenueva.




A la izquierda la iglesia parroquial de San Felipe y a continuación el palacio de los condes de Arguillo. En este palacio estuvo desde 1946 la delegación provincial de ciegos, hasta que años después, en 1985, fue reacondicionado para sede del Museo Pablo Gargallo.

Sobre la Torre Nueva, poco hay que añadir, su derribo "caciquil" hace ya casi 120 años, fue tema de apasionadas discusiones, nació torcida y no tuvieron capacidad para perdonárselo.

Aspectos más alegres que el anterior fue la entrañable tienda de juguetes y artículos de broma: La Bola Dorada, estaba situada en el nº 8 de la Plaza San Felípe. No obstante, muy cerca, en el nº 2 de la calle Candalija, estaba Casa Cardeñosa, también un entrañable establecimiento juguetero delicia de los pequeños de aquellos años.

Años 60. La antigua Casa Fortea situada en la plaza de San Felípe y abierta al público en el lejano 1785, ha sido frecuentada por zaragozanos de varias generaciones, era, sin duda, un referente en todo lo relacionado con telas, paños etc. Se restauró y actualmente es la sede del área de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza.

La pequeña plaza de Huesca, borrada del mapa urbano para dejar paso a lo que hoy es uno de los extremos de la plaza del Pilar. La plaza de Huesca era un barrio sórdido y miserable y del que queda una reliquia que entonces permanecía oculta, San Juan de los Panetes. De allí partía la calle del Fin, enfilada por el ventarrón hacia una explanada en la Ribera.
Existía en la señalada plaza un taller artesano que fabricaba, entre otras cosas, galdufras, juego que estaba entonces muy de moda.



Por encima de los tejados de las viejas casas aparecía misterioso y sombrío el torreón de la Zuda, inaccesible y cochambroso. Por la calle chirriaba el tranvía, tintineante y estrepitoso; vociferaban los carreteros y sonaba el campanilleo de las bestias arrastrando las pesadas galeras de grandes ruedas y amplios toldos blancos.

Esa es parte de la Zaragoza, que los que no nacimos a tiempo, tenemos que conocer mediante añoranzas evocadoras de nuestros mayores.
La vida de nuestros padres y abuelos era difícil, pero la hacía más difícil todavía la falta de muchas pequeñas cosas de cada momento, de cada día, muchas privaciones ¡demasiadas!.

Año 1936. Aquí acababa la entonces pequeña plaza del Pilar. El lugar de estos edificios corresponde hoy a la hospedería (casa de la derecha) a la izquierda aparece la Clínica y casa del Doctor Palomar, justo donde luego estuvo situada la Cruz de los Caídos.

Fue en 1939 cuando se redactó el proyecto para la nueva plaza del Pilar que, justamente porque en él se preveía unirla con la de la Seo, comenzó a denominarse también plaza de las Catedrales.

Se trata de la calle Aguadores, entre las calles de San Blas y Predicadores, y su nombre corresponde a uno de los pocos nombres de los antiguos gremios, que se han conservado en el callejero moderno, de los que fueron habituales en la Zaragoza medieval.

Por aquellos años, hace ya más de 60, el líquido elemento era transportado desde el Ebro a la ciudad con ayuda de recipientes tan diversos como cubas, pellejos, cántaros de barro cocido o cuévanos de madera.
Existía una rampa cercana que descendía hasta la orilla del Ebro, y ésta estaba situada en un postigo que existía junto a la Puerta de la Tripería, todo ello a la altura de la plaza del Mercado, en el actual paseo Echegaray y Caballero, y lindando con el torreón de la Zuda y San Juan de los Panetes.

Se acabó aquella "cultura campesina" que ha durado siglos, y que incluso en nuestros pueblos ya no es lo que fue, todo se transforma y, de una generacion a otra, es dificil reconocer los viejos rincones y las viejas formas de vida.

(Gentileza del Archivo Municipal, Montemuzo)

Años 50. A la derecha se aprecia parte de la Iglesia de San Pablo.


(Gentileza del Archivo Municipal, Montemuzo)

La Iglesia de San Pablo en el siglo XIX.


(fotografía gentileza del Archivo Municipal)

Años 60. Aspecto que presentaba la zaragozanísima calle de Don Alfonso I por aquellos años, siempre animada y sin duda la zona comercial más importante de la época. A la izquierda se puede ver la famosa águila del centro comercial "Grandes Almacenes El Águila",  ya desaparecido hace varias décadas. Con posterioridad se instaló unos metros más abajo, en la siguiente manzana, otro gran centro comercial, denominado GAY, pero, también desapareció.

domingo, 21 de marzo de 2010

Nuestros antepasados sí que disfrutaron el río Ebro.


Magnífico grabado de Juan Bautista del Mazo (1605-1667). Como ya es sabido contrajo matrimonio con una hija de Velázquez. Fue en el año 1647 cuando plasmó para la posteridad esta bella imagen zaragozana.

Trescientos sesenta y dos años después, los zaragozanos podemos disfrutar de similares vistas, desde el recientemente restaurado "Balcón de San Lázaro".




Siglo XIX. La arboleda de Macanaz, algo cambiada. Se trata de una bella estampa con el Templo del Pilar como fondo, y que sin duda disfrutaron nuestros tatarabuelos, al igual que lo hacemos nosotros ahora.


El Templo del Pilar desde la arboleda de Macanaz, por Parcerisa (1803-1875). Todo apunta a que los zaragozanos que aparecen en el grabado eran felices, pescando, navegando, paseando (el footing no estaba inventado...todavía).

Se observan pequeñas embarcaciones navegando, eso señala que el viejo sueño de navegar por el Ebro, seguía ahí, estaba latente.... Si, siempre ha estado presente, lástima de todas esas presas y azudes que acompañan al Ebro en todo su recorrido; lo han desvirtuado y afeminado, al Padre Ebro.


Año 1927. La imagen nos transporta a tiempos mucho más tranquilos y placenteros.

Curiosamente la historia vuelve a repetirse, el río Ebro, de nuevo, comienza a formar parte del pueblo zaragozano, como lo fue en el pasado y como lo sintieron nuestros abuelos.
Es una maravilla comprobar como actualmente miles de zaragozanos recorren a diario, a pie, en bicicleta, o en patinete, infinidad de nuevos caminos, senderos, carriles-bici y un sin fin de espacios inéditos rescatados del olvido y la dejadez. Nos sigue faltando aquella agua pura y cristalina de nuestros ríos, que desapareció con el "progreso" pero, los sabios dicen que tiene que ser así...


Década de los 60. Se acaba de construir el Puente de Santiago. Zaragoza y el Ebro no tardarán muchos años en cambiar, en volver a reencontrarse con sus habitantes, con su gente.



Primeras décadas del siglo XIX. Todavía quedan vestigios de la pasada Guerra de la Independencia. Algunos aspectos del Puente de Piedra se nos pueden antojar desconocidos, pero, Edward Locker quiso mostrar una Zaragoza algo más amable.


(gentileza de: Chesus)


Año 1965. Los bañistas de los años 60 y 70 seguían prefiriendo las aguas de los ríos que rodeaban Zaragoza. En ocasiones, la falta de recursos económicos provocaba que no todos pudieran acudir a las piscinas para mitigar el calor.

Existieron proyectos serios para construir una playa en Zaragoza, no obstante nunca éstos fueron tomados demasiado en serio. Mientras, los zaragozanos seguían desafiando los peligros que estos cauces encerraban, especialmente el del Ebro.
Tampoco es que no existiesen piscinas en Zaragoza, pues la primera se inauguró en el campo de Torrero el año 1924. Siguió la de Helios, a orillas del río Ebro, en 1928. Después el "Tenis", en el Paseo de la Mina, construyó otra en 1936. También en 1939 se abrió la del Terminillo (Ciudad Jardín). Años después, en 1946 la del Rincón de Goya, la del Stadium Casablanca etc.


Siglo XIX. Hasta que no fue construido el Puente de Nuestra Señora del Pilar (de Hierro), existió uno llamado "de Tablas" que fue reconstruido infinidad de veces.


(gentileza: Juan G. Rodrigo)

Año 1939. ¡¡Que maravilla!! en traje de baño debajo de una de las arcadas del Puente de Piedra.

Si se le ocurriera hoy en día, hacer esa misma pose a cualquier ciudadano, sería tachado de "loco" "exhibicionista" "pobretón" etc.
Pero no, el tema que se plantea es mucho más transcendente. Los que posan hace 70 años en la fotografía son personas normales y corrientes e incluso con un cierto "status social".... la de vueltas que da el mundo!.

Conclusión: que somos unos "pringaos" , que hemos ido para atrás en muchas cosas, que hemos perdido libertad y, que ya no vamos a sentir ese tremendo placer que es...bañarnos debajo del Puente más emblemático de nuestra ciudad, y con absoluta naturalidad.............bueno, bueno...hacerlo hoy en día en Helios, o en el Olivar o en la Playa, pues, no es lo mismo, es totalmente diferente. En estos lugares señalados hay que pagar y cumplir con un ritual, nada que ver con los zaragozanos de la foto.

Baños del Ebro, conocidos popularmente como el Balneario del Ebro. Fueron construidos en los años 20 por el Ayuntamiento de Zaragoza. Se ubicaban en la propia arboleda de Macanaz y muy cerca de los dominios del Club Naturalista Helios.
Con estas instalaciones se perseguía mejorar y regular las precarias condiciones en las que se bañaban los cientos de zaragozanos que, a diario y acosados por los rigores del verano, acudían a las orillas del río Ebro a "gozar de las caricias del agua dulce".



Las instalaciones fueron pintadas en un primer momento de azul y blanco, existían ocho cabinas para el servicio de los bañistas.


El Pabellón de Baños del Ebro se inauguró el 23 de junio de 1928. Con tal motivo se celebró una fiesta naútica, de modo que, a la vez que se ofrecía al público la obra realizada por el Ayuntamiento, se intentaba inculcar entre los aficionados a la natación un sano espíritu deportivo.



La seguridad de los bañistas constituía una de las mayores preocupaciones del momento, por la gran cantidad de accidentes que se registraban en el río. Había un barquero contratado para prohibir traspasar los límites que unas cuerdas señalaban. Tampoco se permitía la entrada al agua a los niños menores de 12 años, a no ser que fueran acompañados de sus familiares o del bañero.



(gentileza de Adolfo Lorente)

Año 1956. La margen izquierda, frente a la "Química" ofrecía el aspecto de la imagen. Uno podía adentrarse en frondosos pinares y choperas, donde poder degustar una buena comida...campestre, ¡como Dios manda!




Años 30. Durante décadas el Río Ebro fue escenario de multitud de celebraciones deportivas impulsadas , sobre todo, por el Club Helios. El cauce del río se convertía, tanto para fiestas del Pilar como en otros momentos del año, en un lugar de cita obligada.




Sin duda alguna, aquel viejo pabellón de los Baños Públicos. Aquel legendario, viejo, pasado de moda, fue adquirido por el Centro Naturista Helios pioneros del naturismo y, ya establecidos en los terrenos colindantes a los Baños Públicos con anterioridad.



(por gentileza de Antonia Franco)

Año 1956. Nuestros padres y abuelos tuvieron el privilegio de "disfrutar" un río Ebro sin contaminar y preparado para hacerles la vida mucho más agradable.

Existían diferentes puntos de alquiler de barcas, justo entre el Puente del ferrocarril y la pasarela (actual puente de Santiago) existía un punto de alquiler, pero, había otros más.

Entrañable emplazamiento el de la presente fotografía; embarcadero cerca de Helios, muchas generaciones de zaragozanos pudieron alquilar barcas en el entorno señalado, baños públicos pero, alguien marcó toda una época....el Tio Toni, él y sus hijos fueron toda una institutición en el río Ebro y Zaragoza nunca los olvidó.



(gentileza de: Josechu Segué)

Año 1945. Arboleda de Ranillas, eso si que era nivel de vida, ¡nadando en el Ebro, en Zaragoza y con total naturalidad!.



Años 90. El Ayuntamiento de Zaragoza, a través de la Delegación de Salud prohibe el baño en las aguas del río a su paso por la ciudad.

Durante los veranos de estos años, los zaragozanos seguían desafiando los peligros que reportaba el bañarse en el cauce del Ebro, contaminado en exceso y, por tanto, sin garantía sanitaria de ningún tipo.

Realmente ya no se trataba de bañistas sino de zaragozanos que buscaban, dentro de la ciudad, un lugar tranquilo para tomar el sol, pasar sus mañanas de vacaciones e incluso reunirse con sus amigos o amigas y pasar un agradable día.

Fue duro renunciar a una tradición muy entrañable, pero el "progreso" traducido en un río lleno de "mierda" pues dio paso a otro modo de vida, a otras costumbres.

(gentileza: José Ángel Maestro)

Años 50. Muchos zaragozanos todavía podemos recordar cómo nuestros padres nos llevaban a dar una vuelta en barca por el río Ebro, ah! y también era posible hacerlo en el Canal Imperial, vaya lujazo, ¡ que tiempos !.

Afortunadamente con el boom de la pasada Expo, hemos vuelto a recuperar parte de nuestro pasado más reciente. Volvemos a tener a nuestro querido río Ebro, ahí. Podemos recorrer sus riberas y disfrutar de espacios escondidos e inaccesibles hasta hace poco.

(gentileza de: Enrique Muñoz)

Año 1952. No hay duda de que nos encontramos a comienzos de la década de los 50, a juzgar por el avance en la construcción de las torres del Pilar.


Años 50. No cabe duda de que las "Playas Zaragozanas" existieron y, que formaron parte de la vida cotidiana de infinidad de zaragozanos, muchos fueron felices, con muy poco.

Lamentablemente todo cambia, en este caso a peor, pero resulta reconfortante recordar lo que fue y, no me vale ese dicho tan socorrido de que lo pasado, pasado está. No, las cosas suelen volver a su cauce natural, y la memoria debe de estar ojo avizor, siempre ha sido así...¡que no lo olviden los más "listos" del lugar! .





Año 1955 (gentileza de José Manuel)

La imagen muestra el ya desaparecido Puente del Ferrocarril, actual Puente de La Almozara.

Durante décadas este entorno sirvió como lugar de encuentro, diversión...y refresco. Las playas de "Las Piedras", "de los Ángeles" y algún otro apelativo que no acierto a recordar, forman parte de un pasado muy entrañable para muchos zaragozanos.

Cada vez está más lejano el recuerdo de aquel "Puente del Ferrocarril" ó "Puente de Hierro" sobre el Ebro, casi frente a la antigua y desaparecida Puerta de Don Sancho. Su fecha de inauguración ronda el lejano año de 1870, pero muy pronto tuvo que ser reacondicionado; no tuvieron presente la bravura del río Ebro.
Las personas de mediana edad todavía recuerdan la aventura que representaba cruzarlo hasta la margen izquierda, Muchos ya llegaron a utilizar un andador peatonal que se construyó en un costado del puente, pero otros muchos preferian andar por entre las traviesas del tren, para observar el agua del río, en ocasiones representaba todo un reto personal, cuando la riada del río era elevada.
Cruzar aquel Puente "mágico" representaba adentrarse en una margen izquierda, arbolada con abundantes pinares y choperas, las piscinas de Helios ó las Municipales y, como , una de las playas zaragozanas, abarrotada en los meses de más calor.




Años 60. El Puente del Ferrocarril ya ha sufrido un cambio importante en su estructura, no obstante los zaragozanos acuden a las "playas" con auténtica devoción, y eso que las piscinas municipales ya eran accesibles al gran público pero, nada comparable a bañarse en libertad, en plena naturaleza y con la chopera a pocos metros...para disfrutar de una buena comida casera.

Años 30. Un grupo de trabajadores reparando las vías del Puente del Ferrocarril, hoy de la Almozara. A la derecha se aprecia la playa de Los Ángeles, auténtico espacio lúdico de los zaragozanos de la época.
Inaugurado al tráfico ferroviario este puente el año 1870, bien pronto las riadas constituyeron una grave alarma. La construcción de un puente en un río caudaloso inspira siempre serios temores, y tanto es así que durante muchos años se mantuvo en vigor una plaza de guardapuentes. En ese aspecto de grandes avenidas, el Ebro dió, durante aquel primer decenio, mucho que pensar.
Fueron dos lustros de prueba y baste decir que en aquella gran avenida de 1871, donde el agua sobrepasó las vías por medio metro, fueron apostadas unas piezas de artilleria en un lugar estratégico para volar el puente. Por suerte, amainó el ímpetu de la corriente y no hubo necesidad de derribo.


(gentileza de Mariano Gil)

Las arcadas del puente eran un buen refugio para evadirse del fuerte calor veraniego. Resultaba un tanto peligroso bañarse en ese entorno, por lo remolinos que formaba el agua.




Año 1949. Aquel legendario Puente de Hierro, estába siendo acondicionado con una nueva estructura para los nuevos tiempos...


(gentileza de: Alicia Casamayor)

Año 1938. Sobran las palabras, pues la imagen muestra claramente cómo aquel el río Ebro, cristalino y sano, estaba integrado en la vida de los zaragozanos. Quien, en su sano juicio, se echaría hoy sobre las piedras con su vestido nuevo "de los domingos".

(gentileza de: Fernando Manuel Gallego)


Año 1950. Esta imagen ya empezaba a ser frecuente en las "Playas Zaragozanas" . No hay que olvidar que los cánones morales de la época, impedían a las mujeres acudir con demasiada frecuencia a los baños públicos, aunque, comentarios los habría, por supuesto.





(gentileza de: Juan G. Rodrigo)


Puente del Ferrocarril hace ya muchos años, la imagen habla por si sola. Aquellos tiempos idílicos, donde las cosas eran "más" naturales, pues como que ya no volverán. Los que hemos tenido la suerte de conocerlas, eso es lo que nos llevamos por delante.




(gentileza de: Cristina Casamayor)




(gentileza de Mariano Gil)

Años 60. Los pilares del Puente del Ferrocarril (de la Almozara) servían como refugio contra el tórrido sol de verano.

2 comentarios:

Pattyzgz dijo...
Siempre nos impresionas un poquito mas. Tus post, siempre superan al anterior. Excelente.
Rafael Castillejo - rafaelcastillejo.com dijo...
Hola, Víctor. Enhorabuena por la colección y por lo que cuentas. Ya sabes que yo he hecho muchas bilis por cosas así. Por lo que respecta al Ebro, solía bañarme con mi padre, los domingos por la mañana, en la Playa de los Ángeles, que es esa que tengo en mi página (la del Puente de La Almozara). Pero, sobre todo, íbamos mucho a la Fuente de la Caña, El Ojo del Canal, Las Siete Peñetas y la Fuente de la Caña. Yo fui testigo presencial de cómo caía por ladera izquierda del Huerva la enrona procedente de la obra del Colegio de la Sagrada Familia. Después llegaron los putos chalets de lujo que acabaron con ese río definitivamente. Una tarde que no tenía que hacer nada, allá por el 74, cuando estaba haciendo la mili, desempolvé los aparejos de pesca y me fui hasta el Ojo. Nunca olvidaré aquel atardecer que me mostró unas aguas sin vida alguna. Sólo vi ratas por doquier que salían de los arbustos a cientos. Sentí asco y miedo. Tiré a la basura aquella sencilla caña con la que yo había pescado hermosas carpas hacían tan pocos años y ya no volví a pisar unos parajes que para mí fueron un día como un pequeño Amazonas.